Fanfic Invierno Eterno – Capítulo 08. Una locura mayor
Si su madre pensaba que ella estaba loca, no había visto nada aún. Con tal de salvar a su pueblo, estaba dispuesta a cometer una locura aún mayor.
Si su madre pensaba que ella estaba loca, no había visto nada aún. Con tal de salvar a su pueblo, estaba dispuesta a cometer una locura aún mayor.
—Es Increíble que existan dragones aún en esta época, ¿no crees? Y que además haya guerreros capaces de montarlos por los aires.
Merida continuó recostada, mirando hacia el techo. Al escuchar lo que su madre decía, sin embargo, una pequeña sonrisita apareció en su rostro.
—Sí… Totalmente increíble…
La amenaza que había lanzado de ir ella misma a buscar a esa Bruja no había sido en vano como su madre posiblemente había creído. Si ni ella, ni su padre, ni los Lores se tomaban ese asunto enserio, ella lo haría por ellos. Ella se las arreglaría por su cuenta para ir, atravesar el pecho de esa mujer, fuera quien fuera, y salvar a su reino, y posiblemente a todo el mundo.
—Eso… es lo que quiero saber… Eres la primera persona que logra verme en todo este tiempo. ¿Por qué? ¿Quién eres? ¿Sabes acaso qué fue lo que me pasó? ¿Sabes… qué soy…?
Justo cuando logró abrir aunque sea un poco sus ojos, el asombro no se hizo esperar. Una figura pasó en ese momento justo sobre ella, volando con el viento que soplaba, como si fuera una grácil hoja arrastrada con ligereza. Pero no era una hoja, ni una simple figura con forma: era una persona, un chico para ser exactos, de complexión delgada, cabellos blancos y piel muy pálida.
¿Cuidar de su gente? ¿Qué significaba eso realmente? ¿Podría realmente hacer eso volviendo a Berk? ¿Qué diferencia podría hacer su sola presencia en la isla?, ninguna. Pero allá afuera, aún había algo más que podía hacer.
– ¡Tienen razón! – Les respondió con la suficiente fuerza para que todos lo oyeran.
– ¡Por favor!, ¡deje de jugar! – Le recriminó Mérida, algo molesta. – No tengo tiempo para esto. A este paso perderemos todas nuestras cosechas, ¡y ya estoy cansada de rábanos!
– Rábanos. – Repitió la anciana con un tono serio, de hecho demasiado serio. Su rostro también tornó un aire bastante extraño, que a Mérida puso nerviosa. La forma en la que la miraba… Era casi escalofriante. – Así que está cansada de los rábanos, majestad… ja…
Lentamente se dio la vuelta, hasta darle por completo la espalda.
– Si las cosas avanzan como hasta ahora… llegará a extrañar los rábanos, princesa.
Ni en los años más extremos que recordaran los más ancianos, uno podría mencionar un fenómeno como ese. Para esas horas en épocas pasadas, ya debería de estarse sintiendo el agradable calor de la mañana, no esa gélida sensación que te provocaba el asomar tu cabeza por la ventana. Para esos días del año, todos los prados deberían de estar verdes, frondosos y brillantes, y los árboles completamente florecidos. Las aves migratorias deberían ya de haber vuelto y cubrir el cielo con sus vuelos, en lugar de que lo hicieran esas nubes grises. Los animales ya deberían estar fuera de sus madrigueras, y los peces deberían estar nadando río abajo.
Pero no ocurría nada de ello, absolutamente nada.